13 de julio
Estoy en la cima del Himalaya mirando hacia el horizonte. Desde aquí, puedo ver Groenlandia. O puede que no sea Groenlandia, después de todo, y sí Islandia, porque hay pequeñas nubecitas de azufre amarillo que emergen de los hoyos de unos géiseres que son los que, sin duda, conectan con el centro de la Tierra. De pronto, siento que un grupo de personas a mi lado alienta a los gritos al Hachita Ludueña, quien está por convertir un gol. Que raro, pienso, todas estas personas aquí, estando como estoy en la cima del Himalaya. Es entonces cuando abro los ojos y, en lugar de Groenlandia, veo ante mí una superficie rayada negra y amarilla. Tardo unos segundos en entender que esa superficie es, en realidad, la pared de mi habitación sobre la que se proyecta la sombra de la persiana. Evidentemente, ya no estoy más en la cima del Himalaya. Sin embargo, las personas continúan gritando. Tardo otros tantos segundos en darme cuenta de se trata de la televisión de la sala, que está prendida con el volumen sumamente alto. Me levanto de la cama y me dirijo hacia el living. |